domingo, 20 de julio de 2008
el golpe en etapa demaduración
OPINIONPor Rubén Dri *
Hay un sagrado temor a decir las cosas por su nombre. No se puede decir “corporaciones agrarias”, sino “campo”, que es la palabra correcta. No se puede decir que quienes han desabastecido al país y han empleado la violencia contra todos los opositores atentan contra la democracia, porque el “campo” es democrático; no se puede decir que llevan un proceso golpista que ya se encuentra en su última fase, porque ello sería ser llevado de las narices por un presidente chantajista.
Bueno, hay que ser claro. El sometimiento del Estado a las corporaciones, que eso y no otra cosa es el golpe, está en su última fase. Por supuesto que quienes han votado con la Sociedad Rural, eso no sólo no lo pueden ver, sino que no existe ni nunca existió. Han simulado que se debatía nada más que las retenciones, proponiendo retenciones segmentadas, cuando desde hace mucho ése no era, ni es, ni nunca fue el problema, sino que siempre fue y sigue siendo eminentemente político.
El núcleo del problema siempre fue si el Estado ha de regir la política nacional y, en consecuencia, ha de intervenir en el mercado, o si son las grandes corporaciones las que han de ser rectoras sin límites. En una palabra, si se vuelve al más agresivo neoliberalismo o si éste será por lo menos atemperado mediante intervenciones del Estado.
Esta denominada “nueva derecha”, que es la de siempre, la que lideró todos los golpes de Estado, pero con métodos nuevos, es por esencia golpista o, para decirlo con palabras que no hieran tanto los castos oídos de tantos ciudadanos democráticos, siempre fue, es y será alérgica a todo lo que sea respeto por las instituciones democráticas.
En ese sentido se comete un error cuando se la piensa en términos electorales y se teme, por ejemplo, que arrasen en las próximas elecciones legislativas. Se ignora, o se pretende ignorar, que a esa derecha, la de la Sociedad Rural y demás corporaciones denominadas eufemísticamente “el campo”, no les preocupan las elecciones. Por otra parte, los candidatos que podrían tener son realmente impresentables.
No les interesan las elecciones, porque no es allí donde se disputa el poder. Ellas lo disputan en serio y saben cómo ejercerlo y lo están haciendo a la vista de todos. Si hay que cortar rutas, las cortan; si hay que desabastecer, lo hacen; si hay que agredir a quienes ven como contrarios lo hacen. Tienen todos los grandes medios de comunicación a su disposición. Nunca les va a faltar un Joaquín Morales Solá o un Mariano Grondona.
No tienen que esforzarse en organizar un partido político. Cuando necesiten intervenir en el Poder Legislativo nunca les faltarán candidatos dispuestos a seguir sus instrucciones. Siempre habrá un Cobos esperando las órdenes necesarias.
* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
domingo, 15 de junio de 2008
...No se llora nunca el ayer ni a los que no están...en el recuerdo de las cosas lindas compartidas..."
GAR - 1969.
miércoles, 11 de junio de 2008
LA NUEVA DERECHA.
LA NUEVA DERECHA
En el texto que aquí se publica, el espacio conformado por más de 1500 personas de la cultura, la educación, las ciencias y las artes vuelve a pronunciarse sobre la actual situación política. Ahora examina el surgimiento y las características de una “nueva derecha”, un actor social que se piensa “contra la política”, que “reclama eficiencia y no ideología” en defensa de “los poderes existentes”.
¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes? Algo ha sucedido en los vínculos entre las palabras y los hechos: un disloque. Los símbolos han quedado librados a nuevas capturas, a articulaciones contradictorias, a emergencias inadecuadas. Ningún actor político puede declararse eximido de haber contribuido a esa separación. Las situaciones críticas obligan a preguntarse qué palabras les corresponden a los nuevos hechos. Entre las batallas pendientes en la cultura y la política argentina, está la de nombrar lo que ocurre con actos fundados en una lengua crítica y sustentable. Sin embargo, hoy las palabras heredadas suelen pronunciarse como un acto de confiscación. Cualquier cosa que ahora se diga vacila en aportar pruebas de su enraizamiento en expectativas sociales reales. Parece haber triunfado la “operación” sobre la obra, el parloteo sobre el lenguaje.
“Clima destituyente” hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra las investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra cosa que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología, que alega más gestión que valores –y puede coquetear con todo valor–, que invoca la defensa de las jerarquías existentes, aunque se inviste miméticamente de formas y procedimientos asamblearios y voces sacadas de las napas prestigiosas de las militancias de ciclos anteriores. Esa derecha impugna la política como gasto superfluo y como enmascaramiento, pero es cierto que la impugna con más dureza cuando la política pretende intervenir sobre la trama social. Tiene distintas inflexiones: desde la ilusoria eficiencia empresarial del macrismo hasta el intercambio directo de dones y rentas imaginado en Gualeguaychú, sin Estado, ni partidos, sólo con golpes de transparencia contra lo que llaman obstáculos.
Transparencia social imposible, como no sea bajo un régimen coercitivo, que expresa su desprecio hacia la política como capacidad transformadora, como intervención activa sobre la vida en común. De ese vaciamiento son responsables, también, los profesionales de la política que priorizaron sus propios intereses mientras sostenían un discurso de lo público. Demasiado tiempo vino degradándose el lenguaje político como para que no surgieran mesianismos vicarios y vaticinios salvadores que en vez de redimir el conocimiento político son el complemento milenarista del espontaneísmo soez. La nueva derecha viene a decir que eso no está mal y que se debe llevar a sus últimas consecuencias, disolviendo la instancia misma de la política. Es fundamentalmente destituyente: vacía a los acontecimientos de sentido, a los hechos de su historicidad, a la vida de sus memorias. Por eso atraviesa fronteras para buscar terminologías en sus antípodas. Es una nueva derecha porque, a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social.
La nueva derecha puede agitar florilegios de izquierdas recreadas a último momento como préstamo de urgencia o anunciar compromisos caros a las luchas sociales de la historia nacional, sea Grito de Alcorta, sea la gesta de Paso de los Libres en 1933, sean las asambleas de 2001. Es una nueva derecha veteada de retazos perdidos, pero no olvidados, de antiguas lenguas movilizadoras. Condena el vínculo vivo de las personas y las sociedades con el pasado, llamando a un ilusorio puro presente que podría desprenderse de esas capas anteriores. Lo hace, incluso, cuando trae símbolos de ese pasado, sujetándolos a relaciones que los niegan o vacían. Cita al pasado como una efemérides al paso. Será jauretcheana si cuadra, aplaudirá a Madres de Plaza de Mayo si lo ve oportuno, dirá que adhiere a Evo Morales si se la apura, y no le faltará impulso para aludir a los mayos y los octubres de la historia. Mimetismo bendecido, tolerado: es la nueva derecha que ensaya el lenguaje total de la movilización con palabras prestadas. Procede por expurgación y despojo, restándole a la realidad algunas de las capas que la constituyen y presentando en una supuesta lisura la vida en común. En ella no hay espesor, diferencias, desigualdades, violencias ni explotación; ella habla del “campo”, trazándonos un dibujo bucólico de pioneros esforzados de la misma manera que considera la pobreza y el hambre como desgracias naturales o como penurias redescubiertas para sostener una mala conciencia de escuderos novedosos de los poderes agrarios tradicionales.
En la nueva derecha reina lo abstracto, pero con la lengua presunta de lo concreto: precisamente la que hablan los medios de comunicación. A la trama moral de las acciones la tornan escándalo moral, denuncismo de sabuesos que dejan saber que las sospechas generalizadas sobre la vida política son instrumentos que pueden sustituir un pensar real. En ella se trata de reivindicar la honestidad de los ciudadanos-consumidores, su espontaneidad expresiva ante las manipulaciones de la vieja política; transparentar es su grito, mostrar un supuesto lenguaje sin espesura es su lema. Sin obstáculos, sin pliegues. Sus lenguajes apuntan a vaciar de contenido historias y memorias de la misma manera que buscan desmontar cualquier relación entre universo reflexivo-crítico y política transformadora. Devastación del mundo de la palabra en nombre de la brutalización massmediática; simplificación de la escena cultural de acuerdo con la continua mutilación de la densidad de los conflictos sociales y políticos.
La nueva derecha es ahora un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas. La aceptación de que la escena la construyen los medios de comunicación lleva a un tipo de intervención pública tan respetuosa de ese poder como sumisa respecto de las palabras hegemónicas. Hace tiempo que los estilos comunicacionales habituales recurren al intercambio de denuncias como una cifra moral, que parece menos un proyecto compartible de refundar la política en la autoconciencia pública emancipada que en la circulación de un nuevo “dinero” basado en un control de la política por la vía de un moralismo del ciudadano atrincherado, temeroso, ausente de los grandes panoramas históricos. Moralismo de estrechez domiciliaria, pertrechada, víctima de miedos construidos y de oscuros deseos de resarcimiento. Es un viaje que parece no tener retorno hacia la espectacularización de una conciencia difusa de represalia. Es un recelo que va quedando despojado de contenidos, como no sean los parapetos medrosos de un pensamiento consignatario. Todo lo que implica la misma incapacidad para descubrir que lo que llaman “opinión pública”, que en ciertos momentos de la historia es un acatamiento a lo que habla por ella más de lo que ella balbucea de sí misma.
La nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adopta los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes.
Lo que sucede en Bolivia, quizás el escenario más complejo de la región, debe alertarnos. No porque sean equivalentes los fenómenos sociales y políticos sino porque el tipo de confrontación que las derechas bolivianas despliegan advierten sobre cuánto se puede decidir no respetar la voluntad popular, aun apelando a frenesís plebiscitarios. En la Argentina no estamos ante un escenario de esa índole, pero sí asistiendo a la emergencia de nuevos fenómenos políticos reactivos y conservadores, que atraviesan partidos políticos populares y organizaciones sociales. Todo trastabilla ante la cuerda subterránea que tienden las nuevas derechas. La señora cansada del conflicto, el locutor de la noche harto de la refriega, el pequeño rentista fastidiado de las listas electorales que había votado. Las nuevas derechas ejercen su señorío como una forma de desencanto, llamando al desapego generalizado. El ser social, por fin saturado de las dificultades de una época, llama bajo su forma reactiva a no pensar la dificultad sino a refugiarse en la desafección política, en el módico mesianismo al borde de las rutas. Proclaman que actúan por dignidad cuando son economicistas, y son economicistas cuando demuestran que ésa es la nueva forma de la dignidad.
Atraviesan así toda la materia sensible de este momento de la historia nacional. Su frase predilecta, “no me metan la mano en el bolsillo”, hace de los actos legítimos de regulación de las rentas extraordinarias de la tierra una ignominiosa expropiación. Trata un bien nacional, como la productividad del suelo, como cosa meramente privada. Otras frases reiteran: “Está loca”, e incluso se ha escuchado en la televisión de la noche de los domingos: “Es satánico”. Se interpreta la intervención del Estado en el mercado en la clave de una psiquiatría obtusa de revista de peluquería, de chistoso de calesita o de pitonisa de boudoir. Menos se dice “hay que matarlos”, pero aparece en los añadidos que publican algunos periódicos cuando termina la redacción de sus propios artículos y comienza la carnicería opinativa en un anonimato electrónico sediento de desquite. ¿Ante quién?, ¿para qué? No le importan las respuestas a una nueva derecha que recobra el linaje de las más impiadosas que tuvo el país. Ha soltado la lengua, pero aprendió a decir primero “armonía” y diálogo”, mientras no ocultan la sonrisa sobradora cuando escuchan que se les dice: “¡Y pegue, y pegue!”.
Se considera una redención el uso del lenguaje más incivil del que se tenga memoria en las luchas sociales argentinas. Con impunidad lo han tomado, con rápido gesto de arrebatadores, del desván de los recuerdos y de las historias de gestas desplegadas en nombre de un ideal más igualitario. En un sorprendente movimiento de apropiación para travestirla en su beneficio, han movilizado la memoria de los oprimidos en función de sostener el privilegio de unos pocos, vaciando, hacia atrás, todo sentido genuino, buscando inutilizar una tradición indispensable a la hora de restablecer el vínculo entre las generaciones pasadas y los nuevos ideales emancipatorios.
Es una operación a partir de la cual se definen las lógicas emergentes de esa nueva derecha que no duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos. Lo han hecho en otros momentos cruciales de la historia nacional. La nueva derecha inversionista ha comenzado por invertir el significado de las palabras. ¿Por qué no lo harían ahora?
Ante eso, es necesario recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares, y otra ilación entre hechos y símbolos. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos. Si la nueva derecha no temió enarbolar la amenaza del hambre (como consecuencia de su desabastecedor plan de lucha), otra política debe situar al hambre, realidad dramática en la Argentina, como problema de máxima envergadura y desafío a resolver. Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse. Los pendones que la conmueven pueden ser frases como éstas: “La nueva nación agraria como reserva moral de la nación”. Es el viejo tema de las nuevas derechas y la identificación, también antigua, de patria y propiedad, de nación y posesión de la tierra. Es el concepto de reserva moral como liturgia última que sanciona tanto el “fin del conflicto” como un tinglado modernizante que no vacila en expropiar los temas del progresismo, pero para desmantelar lugares y memorias. Es una gauchesca de bolsa de cereales como acorde poético junto al horizonte del nuevo empresariado político. Podrán leer a la ida el Martín Fierro y a la vuelta los consejos de Berlusconi.
Los nuevos hombres “laboriosos”, persignados fisiócratas, se indignan porque hay Estado y hay vida colectiva que se resiste a vulnerar la vieja atadura entre las palabras y las cosas. Pero esto ocurre porque la materia ideológica, con sus venerables arabescos y citas célebres, ha quedado deshilvanada, reutilizada en rápidos collages de las nuevas estancias conservadoras del lenguaje. ¿Cómo descubrirlas? Su localización es la ausencia de nervadura social, pues se trata de desplegar para la Argentina futura una nueva cultura social con un único territorio, el de las rentas extraordinarias que desea percibir una nueva clase, interpretando estrechamente las graves necesidades alimentarias del mundo. Parecen campesinos, parecen chacareros, parecen pequeños propietarios, parecen hombres de campo protagonizando una gesta. Pero no son ilusiones estas nuevas creaciones políticas de indesmentible base social nueva. Sin los tractores embanderados, brusca señalización del paisaje que atrae por la carencia de todo matiz, de todo signo mediador. La nueva clase teatraliza una rebelión campesina, pero traza un nuevo destino conservador para la Argentina. Marcha con vocablos fuera de su eje, en una combinación entremezclada que pone en escena la fusión entre formas morales de revancha y captura jocosa de los símbolos del progresismo social.
Asistimos a un remate general de conceptos. Nociones tan complejas como la de “patria agraria”, “Argentina profunda”, “nuevo federalismo”, han resurgido de un arcón honorable de vocablos, cuando significaron algo precioso para miles y miles de argentinos para salir hoy a la luz como mendrugo de astucia y oportunismo. Como en los posmodernismos ya transcurridos, vivimos la sensación de que en el reino de los discursos políticos e ideológicos “todo es posible de darse”. Las palabras parecen las mismas, pero se han dislocado bajo una matriz teleteatral y un recetario de cruces de saltimbanqui, legalizados por la escena primordial de cámaras que infunden irrealidad y deserción de la historia en sus recolecciones vertiginosas. Un nuevo estado moral de derecha surge del neoconservadurismo que reordena los valores en juego, luego de que ha tramitado un liberalismo reaccionario y un modernismo que propone conceptos de la sociedad de la información para hacerlos marchar hacia un nuevo consenso disciplinador y desinformante.
Un nuevo sentido común producido por los tejidos tecnoinformativos nutre así el círculo de captura de imágenes y discursos. Se habla como lo hace la llamada “sociedad del conocimiento”, y ésta habla como lo hacen previamente quienes ya fueron tocados por la conquistada neoparla que insiste en estar “fuera de la política”, pero munidos de jergas sustitutivas de la experiencia pública. Hasta el modo de ir a los actos políticos es puesto bajo la grilla admonitoria de un juez del Olimpo que dictamina los momentos de supuesta “falsa conciencia” de miles de conciudadanos que no poseerían la legítima pasión espontánea de los refundadores del nuevo federalismo sin historia, sin Estado, sin instituciones, sin sujeto. El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles roussonianas, efectivamente multitudinarias, que mal se sostienen bajo las diversas modalidades del tractorazo, más amenazante que bucólico.
Una república agroconservadora despliega entonces sus banderas de “nuevo movimiento social”. Tienen todo el derecho a expresarse, pero el examen democrático del gigantesco operativo que han emprendido debe ser también interpretado. Se trata de sustituir un pueblo que consideran inadecuado con otro vestido con galas de revolución conservadora. Hay suficientes ejemplos en la historia del país y en las memorias constructoras de justicia para decir que no lo lograrán.La Carta Abierta/3 fue presentada ayer por un amplio colectivo de intelectuales
La nueva derecha
En el texto que aquí se publica, el espacio conformado por más de 1500 personas de la cultura, la educación, las ciencias y las artes vuelve a pronunciarse sobre la actual situación política. Ahora examina el surgimiento y las características de una “nueva derecha”, un actor social que se piensa “contra la política”, que “reclama eficiencia y no ideología” en defensa de “los poderes existentes”.
¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes? Algo ha sucedido en los vínculos entre las palabras y los hechos: un disloque. Los símbolos han quedado librados a nuevas capturas, a articulaciones contradictorias, a emergencias inadecuadas. Ningún actor político puede declararse eximido de haber contribuido a esa separación. Las situaciones críticas obligan a preguntarse qué palabras les corresponden a los nuevos hechos. Entre las batallas pendientes en la cultura y la política argentina, está la de nombrar lo que ocurre con actos fundados en una lengua crítica y sustentable. Sin embargo, hoy las palabras heredadas suelen pronunciarse como un acto de confiscación. Cualquier cosa que ahora se diga vacila en aportar pruebas de su enraizamiento en expectativas sociales reales. Parece haber triunfado la “operación” sobre la obra, el parloteo sobre el lenguaje.
“Clima destituyente” hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra las investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra cosa que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología, que alega más gestión que valores –y puede coquetear con todo valor–, que invoca la defensa de las jerarquías existentes, aunque se inviste miméticamente de formas y procedimientos asamblearios y voces sacadas de las napas prestigiosas de las militancias de ciclos anteriores. Esa derecha impugna la política como gasto superfluo y como enmascaramiento, pero es cierto que la impugna con más dureza cuando la política pretende intervenir sobre la trama social. Tiene distintas inflexiones: desde la ilusoria eficiencia empresarial del macrismo hasta el intercambio directo de dones y rentas imaginado en Gualeguaychú, sin Estado, ni partidos, sólo con golpes de transparencia contra lo que llaman obstáculos.
Transparencia social imposible, como no sea bajo un régimen coercitivo, que expresa su desprecio hacia la política como capacidad transformadora, como intervención activa sobre la vida en común. De ese vaciamiento son responsables, también, los profesionales de la política que priorizaron sus propios intereses mientras sostenían un discurso de lo público. Demasiado tiempo vino degradándose el lenguaje político como para que no surgieran mesianismos vicarios y vaticinios salvadores que en vez de redimir el conocimiento político son el complemento milenarista del espontaneísmo soez. La nueva derecha viene a decir que eso no está mal y que se debe llevar a sus últimas consecuencias, disolviendo la instancia misma de la política. Es fundamentalmente destituyente: vacía a los acontecimientos de sentido, a los hechos de su historicidad, a la vida de sus memorias. Por eso atraviesa fronteras para buscar terminologías en sus antípodas. Es una nueva derecha porque, a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social.
La nueva derecha puede agitar florilegios de izquierdas recreadas a último momento como préstamo de urgencia o anunciar compromisos caros a las luchas sociales de la historia nacional, sea Grito de Alcorta, sea la gesta de Paso de los Libres en 1933, sean las asambleas de 2001. Es una nueva derecha veteada de retazos perdidos, pero no olvidados, de antiguas lenguas movilizadoras. Condena el vínculo vivo de las personas y las sociedades con el pasado, llamando a un ilusorio puro presente que podría desprenderse de esas capas anteriores. Lo hace, incluso, cuando trae símbolos de ese pasado, sujetándolos a relaciones que los niegan o vacían. Cita al pasado como una efemérides al paso. Será jauretcheana si cuadra, aplaudirá a Madres de Plaza de Mayo si lo ve oportuno, dirá que adhiere a Evo Morales si se la apura, y no le faltará impulso para aludir a los mayos y los octubres de la historia. Mimetismo bendecido, tolerado: es la nueva derecha que ensaya el lenguaje total de la movilización con palabras prestadas. Procede por expurgación y despojo, restándole a la realidad algunas de las capas que la constituyen y presentando en una supuesta lisura la vida en común. En ella no hay espesor, diferencias, desigualdades, violencias ni explotación; ella habla del “campo”, trazándonos un dibujo bucólico de pioneros esforzados de la misma manera que considera la pobreza y el hambre como desgracias naturales o como penurias redescubiertas para sostener una mala conciencia de escuderos novedosos de los poderes agrarios tradicionales.
En la nueva derecha reina lo abstracto, pero con la lengua presunta de lo concreto: precisamente la que hablan los medios de comunicación. A la trama moral de las acciones la tornan escándalo moral, denuncismo de sabuesos que dejan saber que las sospechas generalizadas sobre la vida política son instrumentos que pueden sustituir un pensar real. En ella se trata de reivindicar la honestidad de los ciudadanos-consumidores, su espontaneidad expresiva ante las manipulaciones de la vieja política; transparentar es su grito, mostrar un supuesto lenguaje sin espesura es su lema. Sin obstáculos, sin pliegues. Sus lenguajes apuntan a vaciar de contenido historias y memorias de la misma manera que buscan desmontar cualquier relación entre universo reflexivo-crítico y política transformadora. Devastación del mundo de la palabra en nombre de la brutalización massmediática; simplificación de la escena cultural de acuerdo con la continua mutilación de la densidad de los conflictos sociales y políticos.
La nueva derecha es ahora un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas. La aceptación de que la escena la construyen los medios de comunicación lleva a un tipo de intervención pública tan respetuosa de ese poder como sumisa respecto de las palabras hegemónicas. Hace tiempo que los estilos comunicacionales habituales recurren al intercambio de denuncias como una cifra moral, que parece menos un proyecto compartible de refundar la política en la autoconciencia pública emancipada que en la circulación de un nuevo “dinero” basado en un control de la política por la vía de un moralismo del ciudadano atrincherado, temeroso, ausente de los grandes panoramas históricos. Moralismo de estrechez domiciliaria, pertrechada, víctima de miedos construidos y de oscuros deseos de resarcimiento. Es un viaje que parece no tener retorno hacia la espectacularización de una conciencia difusa de represalia. Es un recelo que va quedando despojado de contenidos, como no sean los parapetos medrosos de un pensamiento consignatario. Todo lo que implica la misma incapacidad para descubrir que lo que llaman “opinión pública”, que en ciertos momentos de la historia es un acatamiento a lo que habla por ella más de lo que ella balbucea de sí misma.
La nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adopta los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes.
Lo que sucede en Bolivia, quizás el escenario más complejo de la región, debe alertarnos. No porque sean equivalentes los fenómenos sociales y políticos sino porque el tipo de confrontación que las derechas bolivianas despliegan advierten sobre cuánto se puede decidir no respetar la voluntad popular, aun apelando a frenesís plebiscitarios. En la Argentina no estamos ante un escenario de esa índole, pero sí asistiendo a la emergencia de nuevos fenómenos políticos reactivos y conservadores, que atraviesan partidos políticos populares y organizaciones sociales. Todo trastabilla ante la cuerda subterránea que tienden las nuevas derechas. La señora cansada del conflicto, el locutor de la noche harto de la refriega, el pequeño rentista fastidiado de las listas electorales que había votado. Las nuevas derechas ejercen su señorío como una forma de desencanto, llamando al desapego generalizado. El ser social, por fin saturado de las dificultades de una época, llama bajo su forma reactiva a no pensar la dificultad sino a refugiarse en la desafección política, en el módico mesianismo al borde de las rutas. Proclaman que actúan por dignidad cuando son economicistas, y son economicistas cuando demuestran que ésa es la nueva forma de la dignidad.
Atraviesan así toda la materia sensible de este momento de la historia nacional. Su frase predilecta, “no me metan la mano en el bolsillo”, hace de los actos legítimos de regulación de las rentas extraordinarias de la tierra una ignominiosa expropiación. Trata un bien nacional, como la productividad del suelo, como cosa meramente privada. Otras frases reiteran: “Está loca”, e incluso se ha escuchado en la televisión de la noche de los domingos: “Es satánico”. Se interpreta la intervención del Estado en el mercado en la clave de una psiquiatría obtusa de revista de peluquería, de chistoso de calesita o de pitonisa de boudoir. Menos se dice “hay que matarlos”, pero aparece en los añadidos que publican algunos periódicos cuando termina la redacción de sus propios artículos y comienza la carnicería opinativa en un anonimato electrónico sediento de desquite. ¿Ante quién?, ¿para qué? No le importan las respuestas a una nueva derecha que recobra el linaje de las más impiadosas que tuvo el país. Ha soltado la lengua, pero aprendió a decir primero “armonía” y diálogo”, mientras no ocultan la sonrisa sobradora cuando escuchan que se les dice: “¡Y pegue, y pegue!”.
Se considera una redención el uso del lenguaje más incivil del que se tenga memoria en las luchas sociales argentinas. Con impunidad lo han tomado, con rápido gesto de arrebatadores, del desván de los recuerdos y de las historias de gestas desplegadas en nombre de un ideal más igualitario. En un sorprendente movimiento de apropiación para travestirla en su beneficio, han movilizado la memoria de los oprimidos en función de sostener el privilegio de unos pocos, vaciando, hacia atrás, todo sentido genuino, buscando inutilizar una tradición indispensable a la hora de restablecer el vínculo entre las generaciones pasadas y los nuevos ideales emancipatorios.
Es una operación a partir de la cual se definen las lógicas emergentes de esa nueva derecha que no duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos. Lo han hecho en otros momentos cruciales de la historia nacional. La nueva derecha inversionista ha comenzado por invertir el significado de las palabras. ¿Por qué no lo harían ahora?
Ante eso, es necesario recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares, y otra ilación entre hechos y símbolos. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos. Si la nueva derecha no temió enarbolar la amenaza del hambre (como consecuencia de su desabastecedor plan de lucha), otra política debe situar al hambre, realidad dramática en la Argentina, como problema de máxima envergadura y desafío a resolver. Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse. Los pendones que la conmueven pueden ser frases como éstas: “La nueva nación agraria como reserva moral de la nación”. Es el viejo tema de las nuevas derechas y la identificación, también antigua, de patria y propiedad, de nación y posesión de la tierra. Es el concepto de reserva moral como liturgia última que sanciona tanto el “fin del conflicto” como un tinglado modernizante que no vacila en expropiar los temas del progresismo, pero para desmantelar lugares y memorias. Es una gauchesca de bolsa de cereales como acorde poético junto al horizonte del nuevo empresariado político. Podrán leer a la ida el Martín Fierro y a la vuelta los consejos de Berlusconi.
Los nuevos hombres “laboriosos”, persignados fisiócratas, se indignan porque hay Estado y hay vida colectiva que se resiste a vulnerar la vieja atadura entre las palabras y las cosas. Pero esto ocurre porque la materia ideológica, con sus venerables arabescos y citas célebres, ha quedado deshilvanada, reutilizada en rápidos collages de las nuevas estancias conservadoras del lenguaje. ¿Cómo descubrirlas? Su localización es la ausencia de nervadura social, pues se trata de desplegar para la Argentina futura una nueva cultura social con un único territorio, el de las rentas extraordinarias que desea percibir una nueva clase, interpretando estrechamente las graves necesidades alimentarias del mundo. Parecen campesinos, parecen chacareros, parecen pequeños propietarios, parecen hombres de campo protagonizando una gesta. Pero no son ilusiones estas nuevas creaciones políticas de indesmentible base social nueva. Sin los tractores embanderados, brusca señalización del paisaje que atrae por la carencia de todo matiz, de todo signo mediador. La nueva clase teatraliza una rebelión campesina, pero traza un nuevo destino conservador para la Argentina. Marcha con vocablos fuera de su eje, en una combinación entremezclada que pone en escena la fusión entre formas morales de revancha y captura jocosa de los símbolos del progresismo social.
Asistimos a un remate general de conceptos. Nociones tan complejas como la de “patria agraria”, “Argentina profunda”, “nuevo federalismo”, han resurgido de un arcón honorable de vocablos, cuando significaron algo precioso para miles y miles de argentinos para salir hoy a la luz como mendrugo de astucia y oportunismo. Como en los posmodernismos ya transcurridos, vivimos la sensación de que en el reino de los discursos políticos e ideológicos “todo es posible de darse”. Las palabras parecen las mismas, pero se han dislocado bajo una matriz teleteatral y un recetario de cruces de saltimbanqui, legalizados por la escena primordial de cámaras que infunden irrealidad y deserción de la historia en sus recolecciones vertiginosas. Un nuevo estado moral de derecha surge del neoconservadurismo que reordena los valores en juego, luego de que ha tramitado un liberalismo reaccionario y un modernismo que propone conceptos de la sociedad de la información para hacerlos marchar hacia un nuevo consenso disciplinador y desinformante.
Un nuevo sentido común producido por los tejidos tecnoinformativos nutre así el círculo de captura de imágenes y discursos. Se habla como lo hace la llamada “sociedad del conocimiento”, y ésta habla como lo hacen previamente quienes ya fueron tocados por la conquistada neoparla que insiste en estar “fuera de la política”, pero munidos de jergas sustitutivas de la experiencia pública. Hasta el modo de ir a los actos políticos es puesto bajo la grilla admonitoria de un juez del Olimpo que dictamina los momentos de supuesta “falsa conciencia” de miles de conciudadanos que no poseerían la legítima pasión espontánea de los refundadores del nuevo federalismo sin historia, sin Estado, sin instituciones, sin sujeto. El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles roussonianas, efectivamente multitudinarias, que mal se sostienen bajo las diversas modalidades del tractorazo, más amenazante que bucólico.
Una república agroconservadora despliega entonces sus banderas de “nuevo movimiento social”. Tienen todo el derecho a expresarse, pero el examen democrático del gigantesco operativo que han emprendido debe ser también interpretado. Se trata de sustituir un pueblo que consideran inadecuado con otro vestido con galas de revolución conservadora. Hay suficientes ejemplos en la historia del país y en las memorias constructoras de justicia para decir que no lo lograrán.
Ver nota en www.pagina12.com.ar
El país Miércoles, 11 de Junio de 2008
La Carta Abierta/3 fue presentada ayer por un amplio colectivo de intelectuales
La nueva derecha
En el texto que aquí se publica, el espacio conformado por más de 1500 personas de la cultura, la educación, las ciencias y las artes vuelve a pronunciarse sobre la actual situación política. Ahora examina el surgimiento y las características de una “nueva derecha”, un actor social que se piensa “contra la política”, que “reclama eficiencia y no ideología” en defensa de “los poderes existentes”.
¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes? Algo ha sucedido en los vínculos entre las palabras y los hechos: un disloque. Los símbolos han quedado librados a nuevas capturas, a articulaciones contradictorias, a emergencias inadecuadas. Ningún actor político puede declararse eximido de haber contribuido a esa separación. Las situaciones críticas obligan a preguntarse qué palabras les corresponden a los nuevos hechos. Entre las batallas pendientes en la cultura y la política argentina, está la de nombrar lo que ocurre con actos fundados en una lengua crítica y sustentable. Sin embargo, hoy las palabras heredadas suelen pronunciarse como un acto de confiscación. Cualquier cosa que ahora se diga vacila en aportar pruebas de su enraizamiento en expectativas sociales reales. Parece haber triunfado la “operación” sobre la obra, el parloteo sobre el lenguaje.
“Clima destituyente” hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra las investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra cosa que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología, que alega más gestión que valores –y puede coquetear con todo valor–, que invoca la defensa de las jerarquías existentes, aunque se inviste miméticamente de formas y procedimientos asamblearios y voces sacadas de las napas prestigiosas de las militancias de ciclos anteriores. Esa derecha impugna la política como gasto superfluo y como enmascaramiento, pero es cierto que la impugna con más dureza cuando la política pretende intervenir sobre la trama social. Tiene distintas inflexiones: desde la ilusoria eficiencia empresarial del macrismo hasta el intercambio directo de dones y rentas imaginado en Gualeguaychú, sin Estado, ni partidos, sólo con golpes de transparencia contra lo que llaman obstáculos.
Transparencia social imposible, como no sea bajo un régimen coercitivo, que expresa su desprecio hacia la política como capacidad transformadora, como intervención activa sobre la vida en común. De ese vaciamiento son responsables, también, los profesionales de la política que priorizaron sus propios intereses mientras sostenían un discurso de lo público. Demasiado tiempo vino degradándose el lenguaje político como para que no surgieran mesianismos vicarios y vaticinios salvadores que en vez de redimir el conocimiento político son el complemento milenarista del espontaneísmo soez. La nueva derecha viene a decir que eso no está mal y que se debe llevar a sus últimas consecuencias, disolviendo la instancia misma de la política. Es fundamentalmente destituyente: vacía a los acontecimientos de sentido, a los hechos de su historicidad, a la vida de sus memorias. Por eso atraviesa fronteras para buscar terminologías en sus antípodas. Es una nueva derecha porque, a diferencia de las antiguas derechas, no es literal con su propio legado sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social.
La nueva derecha puede agitar florilegios de izquierdas recreadas a último momento como préstamo de urgencia o anunciar compromisos caros a las luchas sociales de la historia nacional, sea Grito de Alcorta, sea la gesta de Paso de los Libres en 1933, sean las asambleas de 2001. Es una nueva derecha veteada de retazos perdidos, pero no olvidados, de antiguas lenguas movilizadoras. Condena el vínculo vivo de las personas y las sociedades con el pasado, llamando a un ilusorio puro presente que podría desprenderse de esas capas anteriores. Lo hace, incluso, cuando trae símbolos de ese pasado, sujetándolos a relaciones que los niegan o vacían. Cita al pasado como una efemérides al paso. Será jauretcheana si cuadra, aplaudirá a Madres de Plaza de Mayo si lo ve oportuno, dirá que adhiere a Evo Morales si se la apura, y no le faltará impulso para aludir a los mayos y los octubres de la historia. Mimetismo bendecido, tolerado: es la nueva derecha que ensaya el lenguaje total de la movilización con palabras prestadas. Procede por expurgación y despojo, restándole a la realidad algunas de las capas que la constituyen y presentando en una supuesta lisura la vida en común. En ella no hay espesor, diferencias, desigualdades, violencias ni explotación; ella habla del “campo”, trazándonos un dibujo bucólico de pioneros esforzados de la misma manera que considera la pobreza y el hambre como desgracias naturales o como penurias redescubiertas para sostener una mala conciencia de escuderos novedosos de los poderes agrarios tradicionales.
En la nueva derecha reina lo abstracto, pero con la lengua presunta de lo concreto: precisamente la que hablan los medios de comunicación. A la trama moral de las acciones la tornan escándalo moral, denuncismo de sabuesos que dejan saber que las sospechas generalizadas sobre la vida política son instrumentos que pueden sustituir un pensar real. En ella se trata de reivindicar la honestidad de los ciudadanos-consumidores, su espontaneidad expresiva ante las manipulaciones de la vieja política; transparentar es su grito, mostrar un supuesto lenguaje sin espesura es su lema. Sin obstáculos, sin pliegues. Sus lenguajes apuntan a vaciar de contenido historias y memorias de la misma manera que buscan desmontar cualquier relación entre universo reflexivo-crítico y política transformadora. Devastación del mundo de la palabra en nombre de la brutalización massmediática; simplificación de la escena cultural de acuerdo con la continua mutilación de la densidad de los conflictos sociales y políticos.
La nueva derecha es ahora un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas. La aceptación de que la escena la construyen los medios de comunicación lleva a un tipo de intervención pública tan respetuosa de ese poder como sumisa respecto de las palabras hegemónicas. Hace tiempo que los estilos comunicacionales habituales recurren al intercambio de denuncias como una cifra moral, que parece menos un proyecto compartible de refundar la política en la autoconciencia pública emancipada que en la circulación de un nuevo “dinero” basado en un control de la política por la vía de un moralismo del ciudadano atrincherado, temeroso, ausente de los grandes panoramas históricos. Moralismo de estrechez domiciliaria, pertrechada, víctima de miedos construidos y de oscuros deseos de resarcimiento. Es un viaje que parece no tener retorno hacia la espectacularización de una conciencia difusa de represalia. Es un recelo que va quedando despojado de contenidos, como no sean los parapetos medrosos de un pensamiento consignatario. Todo lo que implica la misma incapacidad para descubrir que lo que llaman “opinión pública”, que en ciertos momentos de la historia es un acatamiento a lo que habla por ella más de lo que ella balbucea de sí misma.
La nueva derecha se inviste con el ropaje de la racionalidad ciudadana, adopta los giros de lenguaje y los deseos más significativos de una opinión colectiva sin la libertad última para ver que encarna los miedos de una época despótica y violenta. Un intenso intercambio simbólico viene a sellar así la alianza entre la nueva derecha, los medios de comunicación hegemónicos y el “sentido común” más ramplón que atraviesa a vastos estratos de las capas medias urbanas y rurales del que tampoco es ajeno un mundo popular permanentemente hostigado por esas discursividades dominantes.
Lo que sucede en Bolivia, quizás el escenario más complejo de la región, debe alertarnos. No porque sean equivalentes los fenómenos sociales y políticos sino porque el tipo de confrontación que las derechas bolivianas despliegan advierten sobre cuánto se puede decidir no respetar la voluntad popular, aun apelando a frenesís plebiscitarios. En la Argentina no estamos ante un escenario de esa índole, pero sí asistiendo a la emergencia de nuevos fenómenos políticos reactivos y conservadores, que atraviesan partidos políticos populares y organizaciones sociales. Todo trastabilla ante la cuerda subterránea que tienden las nuevas derechas. La señora cansada del conflicto, el locutor de la noche harto de la refriega, el pequeño rentista fastidiado de las listas electorales que había votado. Las nuevas derechas ejercen su señorío como una forma de desencanto, llamando al desapego generalizado. El ser social, por fin saturado de las dificultades de una época, llama bajo su forma reactiva a no pensar la dificultad sino a refugiarse en la desafección política, en el módico mesianismo al borde de las rutas. Proclaman que actúan por dignidad cuando son economicistas, y son economicistas cuando demuestran que ésa es la nueva forma de la dignidad.
Atraviesan así toda la materia sensible de este momento de la historia nacional. Su frase predilecta, “no me metan la mano en el bolsillo”, hace de los actos legítimos de regulación de las rentas extraordinarias de la tierra una ignominiosa expropiación. Trata un bien nacional, como la productividad del suelo, como cosa meramente privada. Otras frases reiteran: “Está loca”, e incluso se ha escuchado en la televisión de la noche de los domingos: “Es satánico”. Se interpreta la intervención del Estado en el mercado en la clave de una psiquiatría obtusa de revista de peluquería, de chistoso de calesita o de pitonisa de boudoir. Menos se dice “hay que matarlos”, pero aparece en los añadidos que publican algunos periódicos cuando termina la redacción de sus propios artículos y comienza la carnicería opinativa en un anonimato electrónico sediento de desquite. ¿Ante quién?, ¿para qué? No le importan las respuestas a una nueva derecha que recobra el linaje de las más impiadosas que tuvo el país. Ha soltado la lengua, pero aprendió a decir primero “armonía” y diálogo”, mientras no ocultan la sonrisa sobradora cuando escuchan que se les dice: “¡Y pegue, y pegue!”.
Se considera una redención el uso del lenguaje más incivil del que se tenga memoria en las luchas sociales argentinas. Con impunidad lo han tomado, con rápido gesto de arrebatadores, del desván de los recuerdos y de las historias de gestas desplegadas en nombre de un ideal más igualitario. En un sorprendente movimiento de apropiación para travestirla en su beneficio, han movilizado la memoria de los oprimidos en función de sostener el privilegio de unos pocos, vaciando, hacia atrás, todo sentido genuino, buscando inutilizar una tradición indispensable a la hora de restablecer el vínculo entre las generaciones pasadas y los nuevos ideales emancipatorios.
Es una operación a partir de la cual se definen las lógicas emergentes de esa nueva derecha que no duda en reclamar para sí lo mejor de la tradición republicana y democrática; es una nueva derecha que no se nombra a sí misma como tal, que elude con astucia las definiciones al mismo tiempo que ritualiza en un mea culpa de pacotilla sus responsabilidades pasadas y presentes con lo peor de la política nacional, bendecida por frases evangélicas que llaman oscuramente a la vindicta de los poderosos que aprendieron a hablar con préstamos del lenguaje de los perseguidos. Lo han hecho en otros momentos cruciales de la historia nacional. La nueva derecha inversionista ha comenzado por invertir el significado de las palabras. ¿Por qué no lo harían ahora?
Ante eso, es necesario recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares, y otra ilación entre hechos y símbolos. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos. Si la nueva derecha no temió enarbolar la amenaza del hambre (como consecuencia de su desabastecedor plan de lucha), otra política debe situar al hambre, realidad dramática en la Argentina, como problema de máxima envergadura y desafío a resolver. Es cierto que, visiblemente, hoy no son muchos los que aceptan enarbolar blasones de derecha. Hay que buscarla en todos los lenguajes disponibles, en todos los partidos existentes, en todas las conductas públicas que puedan imaginarse. Los pendones que la conmueven pueden ser frases como éstas: “La nueva nación agraria como reserva moral de la nación”. Es el viejo tema de las nuevas derechas y la identificación, también antigua, de patria y propiedad, de nación y posesión de la tierra. Es el concepto de reserva moral como liturgia última que sanciona tanto el “fin del conflicto” como un tinglado modernizante que no vacila en expropiar los temas del progresismo, pero para desmantelar lugares y memorias. Es una gauchesca de bolsa de cereales como acorde poético junto al horizonte del nuevo empresariado político. Podrán leer a la ida el Martín Fierro y a la vuelta los consejos de Berlusconi.
Los nuevos hombres “laboriosos”, persignados fisiócratas, se indignan porque hay Estado y hay vida colectiva que se resiste a vulnerar la vieja atadura entre las palabras y las cosas. Pero esto ocurre porque la materia ideológica, con sus venerables arabescos y citas célebres, ha quedado deshilvanada, reutilizada en rápidos collages de las nuevas estancias conservadoras del lenguaje. ¿Cómo descubrirlas? Su localización es la ausencia de nervadura social, pues se trata de desplegar para la Argentina futura una nueva cultura social con un único territorio, el de las rentas extraordinarias que desea percibir una nueva clase, interpretando estrechamente las graves necesidades alimentarias del mundo. Parecen campesinos, parecen chacareros, parecen pequeños propietarios, parecen hombres de campo protagonizando una gesta. Pero no son ilusiones estas nuevas creaciones políticas de indesmentible base social nueva. Sin los tractores embanderados, brusca señalización del paisaje que atrae por la carencia de todo matiz, de todo signo mediador. La nueva clase teatraliza una rebelión campesina, pero traza un nuevo destino conservador para la Argentina. Marcha con vocablos fuera de su eje, en una combinación entremezclada que pone en escena la fusión entre formas morales de revancha y captura jocosa de los símbolos del progresismo social.
Asistimos a un remate general de conceptos. Nociones tan complejas como la de “patria agraria”, “Argentina profunda”, “nuevo federalismo”, han resurgido de un arcón honorable de vocablos, cuando significaron algo precioso para miles y miles de argentinos para salir hoy a la luz como mendrugo de astucia y oportunismo. Como en los posmodernismos ya transcurridos, vivimos la sensación de que en el reino de los discursos políticos e ideológicos “todo es posible de darse”. Las palabras parecen las mismas, pero se han dislocado bajo una matriz teleteatral y un recetario de cruces de saltimbanqui, legalizados por la escena primordial de cámaras que infunden irrealidad y deserción de la historia en sus recolecciones vertiginosas. Un nuevo estado moral de derecha surge del neoconservadurismo que reordena los valores en juego, luego de que ha tramitado un liberalismo reaccionario y un modernismo que propone conceptos de la sociedad de la información para hacerlos marchar hacia un nuevo consenso disciplinador y desinformante.
Un nuevo sentido común producido por los tejidos tecnoinformativos nutre así el círculo de captura de imágenes y discursos. Se habla como lo hace la llamada “sociedad del conocimiento”, y ésta habla como lo hacen previamente quienes ya fueron tocados por la conquistada neoparla que insiste en estar “fuera de la política”, pero munidos de jergas sustitutivas de la experiencia pública. Hasta el modo de ir a los actos políticos es puesto bajo la grilla admonitoria de un juez del Olimpo que dictamina los momentos de supuesta “falsa conciencia” de miles de conciudadanos que no poseerían la legítima pasión espontánea de los refundadores del nuevo federalismo sin historia, sin Estado, sin instituciones, sin sujeto. El descrédito de lo político comienza por destituir a las masas populares y sus imperfectas maneras, para hacer pasar por buenas sólo las supuestas movilizaciones pastoriles roussonianas, efectivamente multitudinarias, que mal se sostienen bajo las diversas modalidades del tractorazo, más amenazante que bucólico.
Una república agroconservadora despliega entonces sus banderas de “nuevo movimiento social”. Tienen todo el derecho a expresarse, pero el examen democrático del gigantesco operativo que han emprendido debe ser también interpretado. Se trata de sustituir un pueblo que consideran inadecuado con otro vestido con galas de revolución conservadora. Hay suficientes ejemplos en la historia del país y en las memorias constructoras de justicia para decir que no lo lograrán.
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El Pais, miércoles 11 de junio del 2008.
sábado, 7 de junio de 2008
CARTA DE PEREZ ESQUIVEL A LA PRESIDENTA
jueves, 5 de junio de 2008
Leyendo lunas...
¿qué hace sin Paraíso? . Nadie ve
su cicatríz amarga.
¿Me pregunta a dónde fue el secreto
de irse por tanta puerta
cerrada, alto el crepúsculo
firme, la cara que
sueña, sueña, sueña,
sin importar lo que perdió?.
En un rincón, el viento
mueve las sombras de las hojas.
Juan Gelman, "La Manzana"
sábado, 31 de mayo de 2008
MuSeO dE lA mEmOrIa en pcia. de Bs.As.
Entre otros concurrentes, estuvo el sr. Carlos Laforgue quien no pudo responder claramente a los compañeros presentes lo realizado a la fecha por la Secretaría de DDHH del gobierno Nacional a cargo del Dr. Luis Duhalde, respecto del Proyecto de Ley por la Reparación Histórica a la Resistencia Peronista. Su respuesta inicial a la compañera que lo interpeló fué:" parece que ud nació dentro un repollo"..´.
Aún intentamos decifrar al servicio de qué estuvo la ironía y soberbia del funcionario....
Lo que sí queda claro, es que, hay una intención de borramiento de ésa histórica y valiente epopeya a pesar que éste y otros funcionarios, con doble moral, se llenan la boca al momento de hablar de la Resistencia. Un infame uso que se evidencia en la ausencia de política de Estado respecto de los compañeros resistentes....
BATA DE MENTIRAS y de OPORTUNISMOS!.
Por UNA LEY NACIONAL DE REPARACIÓN HISTÓRICA A LA RESISTENCIA PERONISTA!!!.
Resistencia que usufructúan los progresistas del hoy.
eVa.
martes, 13 de mayo de 2008
Posible ley s/RESISTENCIA PERONISTA en Capital Federal...
Luego que el ejecutivo del Gobierno de la Cdad. Autónoma de Bs.As de Mauricio Macri anulara la Ley Conintes que aprobara la anterior legislatura porteña, la mesa de la Resistencia Peronista fué convocada en una oportuniddad por el Secretario de DDHH, Helio Ribot a fin de reveer dicha ley. En ésa oportunidad, alrededor de 15compañeros manifestamos nuestro rechazo a la desición del sr. Rodriguez Larreta y mantuvimos la consigna de seguir peleando por el reconocimiento de la Resistencia Peronista. Hemos recibido dos llamados del sr. Matías Echarri(DDHH del GCABA) quien nos solicitó un listado de los compañeros de la Resistencia en Capital. Informamos a los compañeros e hicimos una lista POSIBLE aclarando QUE NO ES DEFINITIVA.
Por éste medio queremos informar que: aquellas personas que quieran presentarse para legitimar la necesidad de ésta reivindicación a los resistentes y acogerse a la ley que estaría -según se nos dijo- en la voluntad política del sr. Secretario de DDHH hacer, COMUNICARSE CON SR. MATIAS ECHARRI de lunes a viernes de 10 a 17 hs. al teléfono: 4321-9960.
Gracias!
sábado, 10 de mayo de 2008
"Un grito que estremece...QUEREMOS A VALLESE!"
El ex comisario estaba acusado del asesinato del trabajador metalúrgico y militante de la Resistencia Peronista, considerado el primer desaparecido político. Una patota encabezada por Fiorillo lo golpeó y secuestró en 1962.
El ex comisario bonaerense Juan Fiorillo.
Subnotas
En defensa de Patti
Tenía 76 años y una enfermedad terminal. Estaba acusado del secuestro y asesinato del delegado gremial Felipe Vallese e iba a ser juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Pero la muerte le llegó antes a Juan Fiorillo, comisario retirado de la policía bonaerense, en su casa de Villa Adelina donde cumplía arresto domiciliario. Vallese, considerado el primer desa-parecido político de la Argentina, fue secuestrado el 23 de agosto de 1962 durante la presidencia de José María Guido.
Cerca de la medianoche de aquella jornada, Fiorillo encabezó el procedimiento con un grupo de tareas de civil, en Capital, una jurisdicción vedada para la policía bonaerense. Según la reconstrucción de los abogados de la Unión Obrera Metalúrgica, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde (actual secretario de Derechos Humanos de la Nación), buscaban a Alberto Rearte, hermano de Gustavo, uno de los principales referentes de la Juventud Peronista. El relato de testigos indica que Vallese resistió con todas sus fuerzas la detención y se necesitaron varios hombres para desprenderlo de un árbol de la vereda de la vivienda de Canalejas 1776, que hoy lleva una placa en recuerdo del episodio. Ya inmovilizado fue conducido por el grupo parapolicial hasta un destacamento en San Martín y luego a la comisaría de Villa Lynch, donde según se reconstruyó, encontró la muerte en una sesión de tortura y su cuerpo nunca fue hallado. Cuando falleció tenía 22 años y desde hacía cuatro era delegado gremial de la empresa TEA (Trafilación y Esmaltación de Alambres) y un activo militante de la resistencia peronista.
Catorce años después, en noviembre de 1976, Fiorillo participó en el operativo de cuatro horas en el que la casa del matrimonio Mariani-Teruggi, en La Plata, fue rodeada, atacada y saqueada. Allí fueron asesinados Diana Teruggi y cuatro de sus compañeros de militancia, pero la menor Clara Anahí, de cinco meses, fue sustraída con vida de la casa e introducida al auto de Fiorillo, según la declaración de un ex policía que fue parte del procedimiento. Daniel Mariani no estaba en la vivienda pero fue secuestrado y asesinado meses después también en La Plata.
El comisario retirado, que ya había estado detenido por la desaparición de Vallese, iba a ser juzgado en los próximos meses, junto con otros represores, militares y policías, por secuestros, torturas y desapariciones ocurridas en el centro clandestino que funcionó en la comisaría quinta de La Plata. Estaba imputado también del secuestro de Clara Anahí Mariani.
Cuando secuestró a Vallese era jefe de la Brigada de Servicios Externos de la Unidad Regional San Martín. Estaba sindicado como integrante, a partir de 1974, del grupo de tareas de la ultraderechista Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), y después del golpe de 1976 como uno de los más estrechos colaboradores del por aquel entonces jefe de la policía provincial, el genocida y torturador Ramón Camps. Durante la dictadura, Fiorillo ostentó el cargo de director del Comando de Operaciones Tácticas (COT) y tuvo oficinas en la comisaría quinta de La Plata. Según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, por ese centro clandestino pasaron casi 200 secuestrados, de los cuales 62 están desaparecidos. Por la causa de la comisaría 5ª, Fiorillo fue detenido en mayo de 2006 y pasó a cumplir detención domiciliaria por orden del juez federal Arnaldo Corazza en su casa de Villa Adelina. Allí falleció después de padecer una enfermedad terminal que lo había mantenido postrado en los últimos días.
Fuente:Página 12.
viernes, 9 de mayo de 2008
SiempreTendremosParis...
(t.e.h.l.c.d.l.l.v.), eVa
lunes, 24 de marzo de 2008
No OlViDaR,No PeRdOnAr
Por Vicente Zito Lema
(APe).- Memorar el horror es justo y necesario.
Porque el horror existió y muchos que lo padecieron están vivos.Memorar el horror debe ser un acto de amor para los muertos, que están solos en la soledad de la muerte.Y esa memoria debe estar viva, para que ese amor sea vida y no una siniestra y vacía parodia del amor.Esa memoria, esa pasión, saben que huboresponsables del horror.Los que de una manera y de otra manera y de mil maneras,mataron, torturaron, violaron y profanaron la vida y hasta profanaron la muerte con la desaparición de los cuerpos. (Pobres cuerpos que nunca terminarán de ser profanados…)Fue una gran pesadilla. Sin embargo podemos decir más: se tratóde una realidad organizada.No hubo aquí horror por el horror.Sí, hubo aquí, horror para precisos fines. Verdugos, para uno a unocumplir los fines.Hablamos de los verdugos y hablamos de quienes arrimaron la soga a los verdugos y arrojaron los pobrecitos cuerpos de los sacrificadosa las manos de los verdugos.Hablamos de esos fines: sostener un sistema de reproducciónmaterial de la existencia basado en la perfección de la antropofagia; cuerpos que devoran a otros cuerpos más débiles con usura,y que destruyen a la naturaleza también con usura.Hablamos de un poder político, de un poder económico,de un poder cultural, del poder de una iglesia que sacrifica la vida porque solo existe en la muerte. Hablamos de unos fines: defender, profundizar, perpetuar ese poder que se sentía amenazado,y que estaba amenazado.Miles y miles de hombres y mujeres, muchos de ellos muy jóvenes, o sea que pensaban que la vida era eterna, muchos de ellos casi niños de frentes celestes,querían construir el reino de los cielos, aquí, en la tierra.El amor, aquí, en la tierra; La belleza, aquí, en la tierra; La justicia, aquí, en cada pliego de la realidad de la tierra.Y entonces supieron como hoy, que no hay amor con pobreza.No hay belleza, con pobreza.No hay justicia, en la manchada y desgarrada realidad de la tierra,con pobreza.Todo hiede, todo se vuelve llaga, los cuerpos sonfantasmas de las lágrimas, con pobreza.
La cara más terrible de la pobreza, la esencia más terrible de cada cuerpo, allí mismo donde yace la angustia de la finitud,es el hambre, la tristísima materialidad del hambre.La desgracia, de la que habla el alma herida, es el hambre. El dolor es el hambre. La muerte a caballo de la muerte, es el hambre.Y más desgracia, más dolor, y más humillación de la vidaa caballo de la muerte más muerte es el hambre que sufren los niños. (¡Oh, Dios, hay un cuchillo en esos ojos!).Sí, hay memoria del horror porque hubo un tiempo en que los corazones se alzaron contra una manera de vidaque no es vida, en el horror de todos los días…
Memorar el horror del Terror de Estado (24 de marzo de 1976), es seguir alzando el corazón y la palabra contra el horror del hambrey el crimen de la pobreza;Que la paz sea en los espírituscuando halla justicia en el reino de la tierra.
Dolor en éste 24 de marzo.
Te nombraré veces y veces.
Me acostaré con vos noche y día.
Noches y días con vos.
Me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
Te mostraré mi rabioso corazón.
Te pisaré loco de furia.
Te mataré los pedacitos.
Te mataré una con Paco.
Otro lo mato con Rodolfo.
Con Haroldo te mato un pedacito más.
Te mataré con mi hijo en la mano.
Y con el hijo de mi hijo, muertito.
Voy a venir con Diana y te mataré.
Voy a venir con Jote y te mataré.
Te voy a matar derrota.
Nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez.
Vivo ó muerto, un rostro amado.
Hasta que mueras
dolida como estás, ya lo sé.
Te voy a matar, yo
te voy a matar.
Juan Gelman
LEY 13.807 - de LA RESISTENCIA PERONISTA
del 55 al 63
"ESTABLECIENDO UNA PENSION GRACIABLE PARA AQUELLAS PERSONAS QUE DURANTE EL PERIODO COMPRENDIDO ENTRE EL 16/09/1955 HASTA EL 12/10/1963 HUBIESEN SIDO DETENIDOS, PROCESADOS, CONDENADOS Y/O PERMANECIENDO A DISPOSICION DEL PODER EJECUTIVO NACIONAL O PROVINCIAL, DE LA JUSTICIA FEDERAL O PROVINCIAL , O DETENIDOS Y CONDENADOS POR TRIBUNALES MILITARES Y/O CONSEJOS DE GUERRA DEL PLAN CONINTES -CONMOCION INTERNA DEL ESTADO-, POR CUESTIONES VINCULADOS A SU PARTCIPACION EN LA DENOMINADA RESISTENCIA PERONISTA. AUTORIZA AL PODER EJECUTIVO A REALIZAR LAS ADECUACIONES PRESUPUESTARIAS NECESARIAS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LA PRESENTE LEY. "
Trámites Legislativos:
Cámara
Expediente
Fecha Entrada
Resultado Sesión
Fecha Sesión
H.CAMARA DE SENADORES
A-14/07-08
26/09/07
APROBADO
21/11/07
H.CAMARA DE DIPUTADOS
A-14/07-08
7/02/08
APR.S/TABLAS
7/02/08
Por más que lo intento no puedo entrar al texto completo de la ley como tampoco a sus fundamentos.
Cabe hacer un poco de historia.
La Mesa de la Resistencia fué la autodenominación que tres compañeros (Rosita Varela, Norbarto·Totó·Franco, ambos fallecidos, y Amelia Rearte) comenzaron a reclamar corriendo el año 1992.
Hoy ésa Mesa suma más de 20 compañeros de Capital Federal y Provincia de Bs.As.
ninguno de los gobiernos democráticos que se han venido sucediendo desde el 92 ha tomado el reclamo.
Desde el anterior gobierno, la LEY NACIONAL, sigue cajoneada a pesar de la media sanción.
La LEY PROVINCIAL que el gobernador Solá prometió aprobar, sólo logra salir tras el alineamiento del PJ que promueve K y aprobada por Scioli.
La LEY EN CAPITAL FEDERAL solo fué aceptada bajo el rótulo de CONINTES; presentada por el ex Diputado Talento, es aprobada con un paquete de leyes, en la última sesión legislativa del 2007 y vetada por el macrismo bajo la mano de Rodriguez Larreta, jefe de gabinete.
Es importante aclarar que, el esfuerzo de los compañeros se vió netralizado por la no desición política del reconocimiento REAL de lo que fue la RESISTENCIA PERONISTA que comienza en 1955 y finaliza con la llegada de Juan Perón en 1973.
Intereses de distintos sectores pero, en particular, de quienes se dicen peronistas, hacen que la LEY NACIONAL siga cajoneada, la LEY PROVINCIAL se halle amputada a la vez que se corta el proceso resistente hasta 1963 siendo que, en el gobierno del Dr. Illia se hacía resistencia ylos presos politicos de ésa entonces lo demuestran. La LEY CONINTES es una expresión del momento de mayor represión luego de los fusilamientos del 55 y más tarde el onganiato....
La DEUDA CON LOS RESISTENTES DE TODO EL PAIS, sigue sin saldarse.
Los compañeros de la Mesa de la Resistencia toman éstas vicisitudes como logros (no satifactorios) frente a quienes, a pesar de los años, intentan negar que existió un PROYECTO DE PAIS JUSTO, LIBRE Y SOBERANO de aquellos que protagonizaron la heroica Resistencia.
Cortar, esconder, mentir sobre ésta realidad, hace más fuerte la creencia acerca de que sigue siendo necesario mantener en el oscurantismo la conciencia colectiva intentando que, particularmente nuestros jóvenes, compren una historia oficial que beneficia a quienes hoy y ayer, no dejan de saltar de silla en silla en los espacios decisivos de nuestra Nación para desde allí, decidir nuestros destinos sin nosotros.
viernes, 29 de febrero de 2008
"Con el Peronismo no se jode"...
El apoyo interesado de la burguesia, industriales y empresarios que acompañaron diez años de peronismo por la prosperidad económica conque éste los beneficiaba y no por la convicción en una economía justamente distributiva, los sectores del agro, ganaderos, etc., siempre molestos con las chusmas....coadyuvaron a que la pulseada durara 18 años.
En el medio, dirigentes y sindicalistas negociando con el gorilismo (nazionalistas y conservadores de los suyo).Ayudando a cercenar derechos en las convenciones de trabajo. Entregando huelgas. Prestándoles interventores de sindicatos.Tranzando con presidentes títeres de los sectores oligárquicos cuyos brazos ejecutores han sido siempre las fuerzas armadas y sus golpes. Éstos dirigentes y gremialistas han sido conminados oportunamente a definir de qué lado de la realidad popular estaban. Siempre se dijeron Peronistas porque podían así, hablar en voz de otros, representar y decidir destinos en nombre de su pertenencia mentirosa para propios intereses.
La proscripción del peronismo que deviene luego de la masacre en plaza de Mayo a un pueblo desprevenido, los fusilamientos (J.Leon Suárez, Las Heras, San Telmo y otros), los Tribunales de Guerra para ciudadanos, el encarcelamiento, la tortura, las muertes y también desapariciones, fueron marcando a sangre, dolor y conciencia la lucha por el retorno. ....18 años, casi dos generaciones.....
18 años en donde se fueron construyendo sujetos sociales al servicio de la causa popular que era LIBERTAD CON JUSTICIA SOCIAL; INDEPENDENCIA ECONOMICA Y SOBERANIA POLITICA traslucida en una justa distribución de la riqueza para la accesibilidad a una vida digna porque así fue en las dos primeras administraciones de Juan Perón, se palpaba cotidianamente.
18 años donde muchos dirigentes crecieron y se nutrieron dentro del Pueblo mismo al que pertenecían y en causa común con los Pueblos del mundo dominados.
18 años en que se generaron espacios de discusión, reflexión y acciones solidarias en los barrios, escuelas, universidades, cárceles, talleres, fábricas. ..
18 años en que los que se enunciaban peronistas pero bregaban y bregan por lo suyo, han demostrado y demuestran la insensibilidad e incapacidad de discutir, reflexionar ó formular otras propuestas para el proyecto de país y de su Pueblo debiendo, de todos los modos inescrupulosos concebibles, mantenerse en vigencia y entregando Patria .
El Peronismo, una construcción colectiva dentro de un Movimiento heterogéneo donde sí, se ha jodido al peronismo y a su militancia al punto de confundir y hacer que hoy se desprecie su nombre. Y lo lograron porque ganó el travestismo discursivo gracias a nuestra mala memoria, a nuestras vacilaciones y a la ausencia real de muchos compañeros.
Han jodido al Peronismo arrazando con la veracidad de la historia y el silencio respecto de muchos de sus protagonistas.
El Peronismo es una práctica activa y cotidiana de solidaridad basada en el rechazo acerca de lo injusto. Es un sentido de pertenencia de Pueblo en pos de una Patria Grande para la accesibilidad en el disfrute en igualdad de condiciones para todos los que pisamos éste suelo.
Con el Peronismo no se jode? es advertencia patoteril a lo que no deberíamos acostumbrarnos.
El Peronismo? también perjudicado por los sectores conservadores de derecha que ganaron la pulseada que estalla en el 55 y, que siguen queriendo ya no apagar los humos de las fábricas como sugiriera Rojas y concretara Menem sino que seguir autoproclamándose peronistas para seguir jugando en "las grandes ligas", ganar por "afano" y de paso, desdibujar las voces,los símbolos y las banderas de las cuales se apropiaron.
No se es peronista como se es de river o de boca, no basta con decir soy peronista.
Se es peronista por una ética que deviene en práctica.
En los asesinatos de la Triple A hay ideología de la muerte, que no es la ideología que atraviesa al Peronismo.
Y si: investigación, juicio y castigo !!por Graciela y todos los asesinados por la Triple A.
eva.
Graciela Pane asesinada por la Triple A
EL ASESINATO DE LA HERMANA DE LINA AVELLANEDA
La Triple A en la universidad
Graciela Pane tenía 23 años y estaba embarazada. Fue asesinada en octubre de 1975. Su hermana se presentará hoy en la causa sobre la Triple A. Pedirá que imputen a las autoridades de la UTN de Avellaneda, donde estudiaba Graciela.
La cantante Lina Avellaneda presentará ante la Justicia pruebas sobre el asesinato de su hermana en 1975.
Imagen: Pablo Piovano
Por Adriana Meyer
Graciela tenía 23 años e iba a ser madre; Liliana, 20 recién cumplidos y ya cantaba. Juntas tocaban piano y guitarra, y componían canciones. El 2 de octubre de 1975 una patota arrancó a la mayor de las hermanas Pane de su casa en Sarandí y a los dos días fue asesinada. La foto de su cuerpo torturado aparecido en los bosques de Ezeiza fue publicada por los diarios, y al día siguiente el rector de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), a la que concurría Graciela, hizo un discurso en el que exaltó la acción “pacificadora” de la “misión Ivanissevich”, y alertó que los estudiantes que no lo comprendieran así “sufrirán las consecuencias”. Liliana Pane se convirtió en la cantante Lina Avellaneda y hoy insistirá en buscar justicia para su hermana en el marco de la causa por los crímenes de la Triple A, con el apoyo de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
“Mi mamá me pregunta todos los días qué novedades hay, pero no sé qué decirle porque los jueces no tienen plazos para expedirse”, dijo a Página/12 en alusión a los camaristas federales que tienen que definir si los delitos de la Triple A son de lesa humanidad o no, decisión que mantiene trabado el expediente 6511 “López Rega, José/asociación ilícita”.
A más de treinta y dos años del crimen, a catorce meses de pedir la inclusión del caso en la causa Triple A, los familiares y querellantes de Graciela Pane aportarán hoy pruebas en Tribunales sobre la responsabilidad de las autoridades de la Regional Avellaneda de la UTN en el asesinato. También reclamarán que la Cámara Federal porteña rechace la pretensión de los represores –con Rodolfo Almirón, ex ladero de López Rega, a la cabeza– de que la causa sea anulada por prescripción, “como si el asesinato de cerca de mil compañeros por bandas armadas y amparadas por el gobierno de Isabel no fueran crímenes de ‘lesa humanidad’”, dijo José Schulman, de la Liga. En la sede de ese organismo de derechos humanos darán hoy a las 11.30 una conferencia de prensa Lina Avellaneda, los abogados de la querella en la causa Triple A y dirigentes del Centro de Estudiantes de la Regional Avellaneda de la UTN de aquella época y de hoy.
Graciela Pane estudiaba Biología en la UTN, era dirigente estudiantil y militaba en la Federación Juvenil Comunista. Había recibido amenazas de muerte por parte de los matones del decanato, al igual que su hermana, que trabajaba en un quiosco del centro de estudiantes. A pesar de que el caso está paralizado hasta que la Cámara se expida, los querellantes siguieron aportando pruebas y pidiendo medidas. En su denuncia, Lina Avellaneda explicó que tanto ella como su hermana recibieron “amenazas de muerte en los días anteriores al 2 de octubre de 1975, de parte de un individuo conocido como Carlos Alberto Polo, quien presumiblemente se desempeñaba como jefe de Seguridad de la UTN de Avellaneda, y también por parte del propio rector de la referida universidad, Agustín Monteagudo, y su colaborador Raúl Bronzzini”. Estos fueron denunciados penalmente en aquel momento ante el Juzgado Nº 5 de Lomas de Zamora, a cargo de Mario Moldes.
Por la vinculación entre esas intimidaciones y el posterior secuestro y asesinato de Graciela Pane pedirán que estas personas sean llamadas a declaración indagatoria. Y ofrecerán los testimonios de Florentino Narváez, dirigente del centro de estudiantes que fue detenido junto con Graciela por la policía bonaerense días antes de su asesinato, y del actual decano de la UTN de Avellaneda, Jorge Omar Del Gener. Por esos días, las noticias sobre los asesinatos de la Triple A aparecían en los medios, por lo que este hecho tuvo repercusión nacional y a nivel local, en Avellaneda, donde el Concejo Deliberante se solidarizó con la familia Pane.
Lina Avellaneda sabe que es poco objetiva cuando dice que su hermana “era brillante, muy especial, escribía muy bien y estaba adelantada en algunas cuestiones a su época”, pero poco importa. La cantante cree que hubo “un pacto por el cual no se investiga lo ocurrido antes de 1976”, y sostiene que “al peronismo no lo perjudicaría sino que lo engrandecería reconocer que también tuvieron ese costado conservador de lo peor, de derecha”. Pero la desaniman unos carteles que vio con la leyenda “con el peronismo no se jode”. Ahora devenida nuevamente en denunciante (apenas secuestraron a su hermana acudió ante la Justicia junto a sus padres, pero nunca obtuvo ninguna respuesta), y por primera vez con su nombre artístico, Avellaneda afirma que “hay mucho por hacer sobre la responsabilidad de los civiles, pero hace falta voluntad política del Gobierno para investigarla”. Sabe que quizá no llegue a los autores materiales, “esas bestias salvajes y drogadas que entraron a casa de mis padres”, pero aún considera posible avanzar sobre las responsabilidades de escritorio y la red de encubrimiento. El capítulo universitario es una parte de esa deuda.